
El nombre de Médici evoca fascinación, respeto y admiración como pocos otros. La familia tuvo sus orígenes en el Mugello, en San Piero a Sieve, hacia los siglos XI-XII. De un castellano llamado Médico derivó el apellido que con el tiempo se convertiría en sinónimo de poder, cultura y mecenazgo.
Desde los primeros comerciantes de lana hasta los grandes banqueros de Europa, los Médici cimentaron su poder sobre la riqueza, la política y, sobre todo, sobre la confianza popular. Con Juan de Bicci de Médici, fundador de la Banca Médici, la familia se convirtió en banquera de papas y reyes. Su hijo, Cosme el Viejo, consolidó el poder de la familia en Florencia y dio inicio a un mecenazgo sin precedentes que marcaría el nacimiento del Renacimiento.
El Renacimiento de los Médici
Bajo Lorenzo el Magnífico, Florencia vivió una auténtica edad de oro. Artistas como Botticelli, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y pensadores como Pletón, Marsilio Ficino, Pico della Mirandola y Poliziano encontraron en los Médici a sus grandes protectores. La Academia Neoplatónica fundada por Cosme el Viejo se convirtió en el centro de un nuevo humanismo que fusionó la herencia clásica con la espiritualidad cristiana.
El legado cultural de los Médici se aprecia en:
- La Galería de los Uffizi, símbolo del coleccionismo y del amor por el arte.
- La Capilla de los Médici en San Lorenzo, obra maestra de Miguel Ángel.
- La creación de instituciones científicas como la Accademia del Cimento, pionera en el método experimental.
- La protección a Galileo Galilei, que bajo Cosme II desarrolló sus estudios astronómicos.
Gracias a los Médici, Florencia se convirtió en la cuna del Renacimiento, comparable a la Atenas de Pericles o a la Alejandría de los Ptolomeos.
Los Grandes Duques de Toscana
En 1532, el emperador Carlos V reconoció a Alejandro de Médici como Duque de Florencia. Su sucesor, Cosme I, tras conquistar Siena, fue investido por el Papa Pío V como primer Gran Duque de Toscana en 1569. Desde entonces, la dinastía reinó en Toscana durante casi dos siglos, dejando una huella imborrable:
- Cosme I (1519–1574): organizador del Estado toscano, creador del título gran ducal y promotor de la marina toscana.
- Francisco I (1541–1587): protector de las ciencias, fundador de la Tribuna de los Uffizi.
- Fernando I (1549–1609): gran impulsor del puerto de Livorno y del comercio mediterráneo.
- Cosme II (1590–1621): mecenas de Galileo Galilei.
- Fernando II (1610–1670): protector de la Accademia del Cimento, pionera en física y astronomía.
- Cosme III (1642–1723): de reinado largo y piadoso, aunque complejo.
- Juan Gastón (1671–1737): último Gran Duque de la rama Popolana, cuya muerte sin herederos varones abrió la cuestión sucesoria.
La Sucesión y Giuseppe de’ Medici di Toscana
Ante la inminente extinción de su rama, Cosme III de Médici proclamó en 1711 como heredero eventual del Gran Ducado a su primo lejano Giuseppe de’ Medici di Toscana, en virtud de la Bula Imperial de 1532 de Carlos V, la Bula Papal de 1569 de Pío V y el Edicto Imperial de 1576 de Maximiliano II, que garantizaban la sucesión “in infinito” a cualquier varón de la familia Médici.
El nombramiento de Giuseppe como Príncipe de Toscana fue reconocido en documentos imperiales y diplomáticos, e incluso mencionado por el emperador Carlos VI en 1720, cuando actuó como plenipotenciario cesáreo en la entrega de Cerdeña a los Saboya.
Los Lorena, príncipes extranjeros impuestos
A pesar de la legitimidad de la proclamación, la oligarquía florentina —decidida a liberarse del vínculo con los Médici— maniobró junto con las potencias europeas. En 1737, a la muerte de Juan Gastón, el emperador Carlos VI impuso a Francisco Esteban de Lorena como Gran Duque de Toscana, no por derecho dinástico, sino como compensación territorial tras la Guerra de Sucesión de Polonia.
De este modo, la Toscana pasó a manos de una casa extranjera, los Habsburgo-Lorena, que gobernaron hasta 1859. Esta imposición fue vivida por muchos como una ocupación ilegítima, contraria a la tradición, al derecho canónico y a la voluntad de los toscanos. Los Habsburgos
Tras más de un siglo de dominio extranjero, la presencia de los Habsburgo-Lorena en Toscana se cerró con tres abdicaciones sucesivas que marcaron el final de sus pretensiones: en 1859, Leopoldo II huyó de Florencia ante la Segunda Guerra de Independencia y renunció de facto al trono; en 1860, su hijo Fernando IV fue obligado a abdicar los derechos de su casa sobre el Gran Ducado en favor del emperador Francisco José I; y en 1870, este último asumió para sí el título gran ducal, extinguiendo la rama toscana de los Lorena. Décadas más tarde, en 1961, Otto de Habsburgo, jefe de la Casa Imperial de Austria, renunció solemnemente a todos sus derechos dinásticos para permitir el retorno de su familia a Austria, lo que cerró definitivamente cualquier reclamación sobre Toscana y dejó aún más clara la continuidad histórica de la Casa de Médici como heredera legítima.
Derechos dinásticos de la rama de Ottajano
Lejos de aceptar esa situación, los Médici de Nápoles jamás renunciaron a sus derechos:
- Asumieron desde 1737 el título de Grandes Duques titulares de Toscana, transmitido de generación en generación.
- Mantuvieron estrechas relaciones con las Casas Reales de Borbón de Nápoles y de Saboya, esperando recuperar por vía diplomática lo que se les había arrebatado por imposición extranjera.
- En documentos oficiales del Reino de las Dos Sicilias aparecen siempre citados como Médici de Toscana, reivindicando su condición de legítimos herederos.
Esta rama, hasta hoy, ha preservado este legado y ha continuado defendiendo la legitimidad histórica y jurídica de su Casa frente a las imposiciones de las potencias y de la oligarquía florentina.
Herencia viva
El actual Gran Duque Ottaviano de’ Medici di Toscana di Ottajano encarna esta herencia, manteniendo viva la memoria, la legitimidad y el espíritu humanista de su dinastía, que transformó para siempre la historia de la cultura occidental.